miércoles, 21 de mayo de 2014

El Horno

 
Parece mentira que las cosas se rompan cuando uno no tiene plata para reponerlas. Esto fue lo que pensó Mirasol cuando su viejo horno alimentado por gas natural, heredado de su madre, finalmente sucumbió al óxido y al paso del tiempo. Y justo cuando Luis, su marido, se había quedado sin trabajo. Fueron a la casa de electrodomésticos y preguntaron los precios, y pese a que el vendedor trató de tentarlos con una “imperdible oferta” y un método de pago basado en “cómodas y sorprendentes cuotas fijas”, los esposos se dieron cuenta de que nunca podrían pagar aquel “nuevo y fabuloso horno”. “Tendremos que comprar uno usado”, se dijeron entre sí. Así que fueron a una casa de empeños y se hicieron de un viejo horno marca Orbis, que poseía cuatro hornallas y un botón de encendido eléctrico. Luis lo llevó en la parte trasera de la chata y luego hizo la instalación esa misma tarde. Y ahí fue que comenzaron los problemas.
Primero fue “Church”, el gato. Marisol se levantó a las dos de la madrugada a tomar un vaso de agua y escuchó unos maullidos provenientes de la cocina. Fue a ver y allí, metido en el horno y maullando de desesperación y terror, estaba el gato. La mujer abrió la puerta del horno y el gato salió disparado rumbo a los interiores de la casa. Días después Marisol vio otra cosa todavía más inquietante. Era de noche y se encontraba sola porque Luis había salido a beber con unos amigos. La mujer estaba entretenida horneando unas cupcakes, cuando de repente escuchó un ruido que provenía desde el interior del horno. Pensó que eran las cupcakes que habían reventado, y se inclinó parar mirar a través del vidrio. No eran las cupcakes: había una mano allí, ennegrecida por el fuego. Marisol dio un alarido y cerró la llave del gas y luego llamó por celular a su marido, pero éste no le contestó.
¿Qué diablos había sido eso? Comenzaba a sospechar que aquel horno estaba embrujado o algo así. Sabía que podían ocurrir esas cosas. Los objetos a veces quedan impregnados por la maldad de su antiguo dueño. Quizás el anterior propietario había sido un psicópata que cocinaba a sus víctimas en el horno, aunque la idea le pareció descabellada. Volvió a llamar a su marido y tampoco obtuvo respuesta. Marisol mientras tanto se había encerrado en el dormitorio, porque tenía miedo de volver a la cocina. En algún momento de aquella larga noche se durmió, y se despertó por los maullidos insistentes del gato. Había olor a gas, y cuando la mujer corrió hacia la cocina, se encontró con su esposo, que había metido la cabeza en el horno y le había dejado una nota de suicido sobre la mesa.
 
Nunca más se supo de Marisol. Enloquecida por el dolor se alejó de la casa y se perdió en la noche. La casa quedó en venta, con todos los muebles dentro. Un año después, un agente inmobiliario se encontraba mostrándole la casa a una joven pareja, cuando sintieron un hedor proveniente del horno. Abrieron la puerta y allí estaba el pobre Church, ennegrecido y cocinado hasta la muerte.

No Me Dejes Sola

Eran aproximadamente las cinco de la mañana cuando escuche un leve toque en mi puerta, me levante de la cama y me dirigí a abrir, abrí y nada, no había nadie, al entrar en mi cuarto volví a escuchar los golpes, molesta volví a abrir la puerta y de nuevo no había nadie, solo un frio viento que se colaba en mi casa. A la mañana siguiente fui a casa de mi mama y le conté lo ocurrido, me sorprendí cuando mi mama me había dicho que a ella le había pasado absolutamente igual, ese día dormí en su casa puesto que tenía mucho miedo.
 Al regresar a mi casa y entrar a mi cuarto encontré aterrada una nota que decía con sangre "Gracias por dejarme entrar a tu casa, ahora, por ese error tuyo, estoy dentro de ti...", de pronto escuche unos pasos inquietos subiendo a mi escalera, desesperada me encerré en el baño, de pronto sono el teléfono, no sali a contestarlo, entonces los pasos cesaron y el teléfono paro de sonar, al salir, él estaba ahí, ahora tiene mi alma, llevo mi cuerpo a el infierno y mi alma es suya, a los dos días siguientes una amiga mía entro a mi cuarto, escucho el mensaje y decía lo siguiente: "Hija... soy tu mama no me dejes sola, el ahora viene por mí, no me dejes sola..."

viernes, 16 de mayo de 2014

El Circo


Yo adoraba ir al circo, pero después de lo que me sucedió, aborrezco ir al circo y aún más a los payasos. Era un día corriente en mi ciudad. Mi hermana pequeña y yo habíamos escuchado de que un nuevo circo había llegado y que las primeras 3 funciones eran gratis, pero por supuesto, nadie iba a ir después de la primera función. Mis padres no querían que nosotros fuéramos ya que era un espectáculo en el cuál los niños eran los únicos que podían entrar. Eso nos parecía sospechoso a toda la ciudad, pero había algo hipnótico en ese circo que atraía a todos los niños.

La noche de la primera función, mi hermana y yo escapamos de casa para ir al circo, ese ha sido mi mayor error en toda mi vida, el cuál le costó la vida a mi pequeña hermana. El show empezó como cualquier otro, todos estábamos tan emocionados, en eso, apareció un carro miniatura, de esos que utilizan los payasos, ahí fue cuando las cosas se pusieron aterradoras. La música de fondo se empezó a distorsionar, las luces se apagaron de golpe, escuche varios gritos y de pronto se encendieron las luces en una tonalidad escarlata, me di cuenta que mi hermana ya no estaba a lado mío. Del coche bajaron 3 payasos con sonrisas diabólicas, los tres rieron al unísono. Todavía recuerdo esa risa, una risa ronca y hueca, como si se tratase de un león ahogándose. Los payasos corrieron hacia la primero fila y tomaron a cuantos niños pudieron, los metieron al cochecito y repitieron el proceso una y otra vez. Los espectadores trataron de huir pero era imposible, había más payasos custodiando las salidas. Cada vez había más y más payasos. Entre la multitud pude ver a mi hermana llorando en una esquina del circo, fui por ella, la cargué y me di la vuelta y noté que ya no quedaba nadie más. Corrí hacia la salida y mi hermana me susurró al oído: “Ríe, ríe ¡Ríe!” Cuando la vi a la cara, note que esa, ya no era mi hermana, tenía la cavidad de los ojos vacía, brotando de ella sangre, el vestido ensangrentado y una sonrisa de oreja a oreja y un maquillaje blanco. Ella empezó a reír al igual que los payasos que se acercaban a mí alrededor. Pensé, este es mi fin, ¡Voy a morir! Pero no fue así. Un payaso me tomó por la espalda, al mismo tiempo que otro me arañaba el abdomen, dieron la vuelta y me extirparon los ojos, me dejaron botado en un charco de sangre mientras yo reía. No paraba de reír. Salí del circo a rastras de ese lugar diabólico. Le conté a la policía lo sucedido en ese lugar. Nadie me creyó. El circo ya no estaba. Me he vuelto loco, soy un esquizofrénico según mis doctores. Pero aún sigo escuchando esas risas, no se van de mi cabeza. Y lo que más me remuerde la conciencia es que “El Circo” pueda ir a tu ciudad a visitarte. Ya te he advertido, pero aun así, sé que no escaparas de sus garras, así que solo… ¡RÍE!

 

Carta realizada por el paciente #203 Joseph Lincoln

lunes, 12 de mayo de 2014

La Muñeca de Porcelana


"¡Mamá, quiero esa muñeca!" Dijo la pequeña Isabel totalmente nerviosa por tener una nueva muñeca. "Volveremos mañana para comprártela, ¿vale? pero recuérdamelo, Isabel" le contestó su madre en la misma tienda de antigüedades.

Historias de miedo: la muñeca de porcelana

Isabel tenía sólo siete años y medio, pero ella podía tener todo lo que le gustaba gracias a su mirada de pena que les ponía a sus padres. Esa misma noche, la pequeña tuvo dificultades para dormirse ya que sólo pensaba en su futura nueva muñeca. Incluso si tenía un brazo menos, era la muñeca de porcelana más bonita que había visto nunca. Ella tenía muchas, pero esa iba a ser la más bonita de su colección.

A la mañana siguiente, Isabel desayunó viendo sus dibujos favoritos, como cada mañana. Había soñado tanto con su muñeca que tenía sueño, estaba cansada y ya no quería esa muñeca. Ya no le gustaba. Así que pasó el día distraída con otras cosas y no le recordó a su madre que tenían que ir a por la muñeca, porque ya no la deseaba.

Llegó la noche e Isabel fue a acostarse al piso de arriba. Ella tenía miedo de estar arriba sola, así que su madre subía con ella y se ponía en la habitación de al lado a coser. Una media hora más tarde de haberse acostado, una voz aguda despertó a la niña susurrándole al oído: "Subo 1, 2, 3 escalones..." La pequeña Isabel gritó asustada llamando a su madre: "Mamá, hay alguien en la escalera que hace ruido" Su madre la tranquilizó diciendo que no había nada en absoluto. En cuanto la madre abandonó la habitación, Isabel volvió a oír ese susurro que le dijo "Subo 4, 5, 6 escalones..." De nuevo Isabel llamó a su madre. Su madre le volvió a contestar que se tranquilizara, que sería el ruido del frigorífico.

Pero la pequeña voz continuó subiendo las escaleras: "Subo 7, 8, 9, 10 escalones y ya estoy en el pasillo", repitió la pequeña voz con una risa sarcástica.


A la mañana siguiente, la madre de Isabel se sorprendió de despertarse antes de ella. Pero pensó en las dificultades que había tenido para dormirse y pensó que estaría cansada. Pero transcurrida una hora le pareció raro que aún no se hubiera despertado, por lo que subió a ver cómo estaba su hija. La madre gritó con terror viendo a su hija ahogada en su propia sangre y apuñalada más de 17 veces, con el brazo arrancado y viendo a esa pequeña y adorable muñeca de la tienda de antigüedades con el brazo de su hija como sustituto del suyo.

La Noche del Payaso

-Buen día, ¿hablo con el señor Robert Grey? Quería contratarlo para la fiesta de mi hijo. Un amigo mío, Sergio Palma, lo recomendó ampliamente. ¿Lo conoce?

-Sergio Palma…- dijo el payaso, del otro lado de la línea-. Sí, es uno de mis mejores clientes. ¿Qué día y a qué hora quiere que vaya?

-El próximo sábado, a las tres. ¿Puede?

-Puedo- dijo el payaso de inmediato-. Mis honorarios son por hora, a pagarse en efectivo antes del show. Pero como usted es amigo de Sergio Palma, entonces le haré un descuento.

Arreglaron los últimos detalles y luego el padre cortó, pensando que su hijo se pondría muy contento al tener un payaso en su fiesta.

Pero el sábado a la tarde llovió, y el payaso no se presentó al cumpleaños. El padre se cansó de llamarlo pero nadie le respondió. “Menuda recomendación me hiciste, Sergio”, pensó con amargura.

-Habrá equivocado el día- dijo su mujer, al finalizar la fiesta. Yacían ambos en la cama, agotados a más no poder. La fiesta había resultado bastante buena, aunque el padre seguía irritado por la ausencia del payaso.

-Le dije bien claro, el sábado a las tres.

-Tal vez creyó que era a las tres de la madrugada- bromeó la señora. Pero al ver que su marido no reía, le pasó una mano por la espalda, como consolando a un chiquillo-. Quizás se emborrachó por ahí. Ya sabes cómo son esos tipos. Lo importante es que Joaquín estaba contento.

-Sí- suspiró el hombre, arrebujándose en las sábanas y disponiéndose a dormir-. Pero hubiese sido mejor con un payaso.

Exactamente a las tres de la mañana, se despertaron sobresaltados por un grito horrible.

-Joaquín- dijo la madre, encendiendo la luz-. Algo le ocurre.

-Quédate aquí- dijo el hombre, saltando de la cama-. Iré a ver.

Salió al pasillo que comunicaba los dormitorios, y de inmediato se detuvo. Había huellas de barro sobre el suelo. Huellas muy grandes como para pertenecer a un hombre normal. Las huellas iban desde la ventana abierta del living hasta el dormitorio de su hijo. “El payaso”, pensó el padre horrorizado. “De verdad creyó que era a las tres de la madrugada”. Y entonces, sin saber por qué, recordó algo relacionado con Sergio Palma, el amigo del trabajo que había recomendado al payaso. Sergio tenía dos hijos, pero uno de ellos había muerto hacía mucho, en circunstancias escalofriantes. Nunca había hablado del tema con él, por motivos más que obvios, pero algo sabía por  los periódicos. El chico había aparecido muerto en un descampado, luego de varios días de búsqueda intensa. Le habían cortado la cabeza y sus ojos estaban clavados en un árbol. Desde entonces Sergio se había vuelto silencioso, aunque nunca había perdido la amabilidad ni su compromiso con el trabajo.

¿Y por qué recordaba eso justo ahora? ¿Por qué? ¿Qué relación tenía con…?
De un golpe el padre abrió la puerta del dormitorio de Joaquín.

No había nadie. La cama estaba deshecha y las huellas de barro se perdían en la ventana abierta.

El padre salió de la casa y comenzó a llamar a su hijo a los gritos. Al rato su esposa lo acompañó, y los vecinos encendieron las luces y se hicieron eco de la emergencia. Alguien había raptado a Joaquín. El agresor probablemente vestía de payaso. La policía llegó minutos después y de inmediato se comenzó con el rastrillaje.

El padre recibió el llamado de Sergio Palma a las tres y media. Lloraba. Entre balbuceos y sollozos pidió disculpas por lo que acababa de hacer.

-¿Qué hiciste?- gritó el padre-. ¿Dónde está mi hijo? ¿Quién era ese tipo que me hiciste contratar?

-No lo sé- explicó Sergio, con voz apenas audible-. Ni siquiera sé si es humano. Pero tiene hambre. Siempre tiene hambre. Se llevó a mi primer hijo, y la semana pasada regresó por el otro. Y yo… yo le dije que se llevara el tuyo a cambio. Lo siento… dile a mi hijo que lo amo.

-¿Dónde está?

-Busca en el bosque. Él deja siempre los ojos de sus víctimas en los árboles, a modo de señal.

-¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué…?

Pero no pudo seguir hablando, porque del otro lado de la línea se escuchó el ruido de un disparo y la señal quedó muerta.


El padre arrojó el celular y corrió en dirección al bosque, que se alzaba detrás de la casa. Y al rato cayó de rodillas frente a una vieja araucaria, llorando desconsolado.

Annabelle la Muñeca Poseída

Una estudiante de enfermería llamada Donna recibió la muñeca Annabelle de su madre en 1970, que compró como regalo de cumpleaños. Donna vivía con sus compañeras de piso Angie y Lou, y al principio la muñeca solamente era utilizada para adornar el cuarto. Poco después, Donna y sus compañeras comenzaron a observar que la muñeca cambiaba de ubicación, moviéndose alrededor de su apartamento.

Lo que al principio parecía una simple anécdota, pasó a ser terrorífico, ya que Donna y Angie encontraron mensajes que habían sido escritos en algunos papeles que decían “Ayúdanos” o “Ayuda Lou”, que llegaron a la conclusión que debían haber sido escritos por la muñeca.

Un día las chicas salieron a dar una vuelta, dejando a Annabelle en la cama de Donna. Cuando volvieron la encontraron en el sofá, con las manos manchadas en sangre o algún tipo de líquido rojo, que parecía venir de la propia muñeca. Eso fue suficiente para que Donna llamara a una médium. La médium le dijo que mucho antes de que se construyera el complejo de apartamentos había habido un campo en esa propiedad.

Una niña de siete años llamada Annabelle Higgins había sido encontrada muerta en ese campo. Con el paso del tiempo su espíritu se mantuvo en el sitio, y cuando la muñeca entró en la casa, el espíritu de la niña se aferró a ella. Según la médium, la muñeca sólo quería estar con ellas.

Donna, Angie y Lou accedieron a que Annabelle se quedara con ellas. Y fue entonces cuando se desató el infierno.

Lou comenzó a tener pesadillas, sueños donde Annabelle estaba en su cama, subiendo por su pierna mientras que ella no se podía mover, deslizándose hasta su cuello, cerrando las manos de la muñeca alrededor de su garganta, y ahogándola. Se despertaba aterrorizada, y como si la hubieran asfixiado. Unos días después de este suceso, Lou y Angie estaban en el comedor, cuando escucharon que alguien correteaba por la habitación de Donna. Se quedaron sin poder hablar. Donna no estaba en ese momento, abrieron la puerta y no vieron nada fuera de lo común, a excepción de la muñeca Annabelle, que se encontraba fuera de la cama y sentada en un rincón.

Cuando Lou se acercó a la muñeca fue consumida con ese sentimiento, una sensación de ardor en la parte posterior del cuello que indicaba que alguien la estaba mirando, pero detrás de ella no había nadie, la habitación estaba vacía. Pero a los pocos segundos sintió un dolor repentino en el pecho. Miró en su camisa y vio una serie de marcas de garras, sabía que había sido Annabelle. Pero lo increíble fue que las extrañas marcas de garras comenzaron a sanar casi inmediatamente, y en dos días desaparecieron completamente. Debido a la gravedad del caso, sabían que necesitaban una ayuda más profesional, contactando así con Ed y Lorraine Warren.

Después de una investigación a fondo, Ed y Lorraine llegaron a la conclusión de que no se trataba de ningún fantasma, era un espíritu inhumano, un demonio, que se encontraba unido a la muñeca, se aferró a la muñeca, manipulándola, con el fin conseguir su objetivo, el alma de Donna. Un sacerdote celebró el exorcismo en el apartamento de Donna, y cuando finalizó, los Warren se hicieron cargo de la muñeca poseída. La colocaron en una bolsa y comenzaron el largo viaje de regreso a su casa. Ed decidió alejarse de las autopistas, porque estaba preocupado de que el demonio pudiera causar un accidente. Pero al parecer, mientras conducía en las carreteras secundarias, el motor se les paraba, la dirección del coche fallaba y los frenos les daban problemas. Ante la imposibilidad de conducir con toda normalidad, Ed abrió la bolsa, roció a la muñeca con agua bendita y los misteriosos fenómenos se detuvieron… durante un tiempo.

Ya en la casa de los Warren, Ed dejó la muñeca junto a su escritorio. Y según afirmaron Ed y Lorraine, la muñeca levitaba. Este fenómeno ocurrió un par de veces, hasta que al final dejo de hacerlo. Después de dos semanas de relativa tranquilidad, Annabelle volvió a las andas, ella comenzaba a aparecer en las distintas habitaciones de la casa de los Warren. Viendo los fenómenos paranormales que estaban ocurriendo, decidieron llamar a un sacerdote católico para exorcizar a Annabelle. Cuando le explicaron lo que estaba ocurriendo, el sacerdote no se lo tomó en serio, y les dijo:

 “No es más que una simple muñeca de trapo. No puede hacer daño a nadie”.


Cuando se marchó de la casa de los Warren, mientras que el sacerdote regresaba a su casa con su vehículo, los frenos le fallaron, y su coche quedó destrozado en un horrible accidente. Por suerte él sobrevivió. Los Warren decidieron construir una urna de cristal para Annabelle, en la cual continúa residiendo en la actualidad. La urna, completamente estanca, parece evitar que la muñeca se mueva, pero la realidad es que la terrible entidad sigue esperando ahí, esperando el momento oportuno, lista para que algún día pueda volver a ser libre.

Maria Sangrienta

Toda la policía del pueblo estaba reunida en esa casa, nunca se había visto algo igual antes, era una escena horrible.

“¿La media noche? No. ¿El infierno? Tampoco. ¿La muerte? Sería la mejor elección. El miedo no me deja pensar, estoy desesperada. Yo sé que no debí hacerlo. Ahora no me deja de atormentar.
Creí que era una broma… ¡Maldito sea el día que mencioné esas palabras por primera vez! Pero la tentación me carcomía… ya no puedo más, lo siento pero no lo soporto…”
Esto fue lo último que Amelie escribió, estaba escrito con una notable desesperación, en una hoja de cuaderno que encontraron junto a su cuerpo sin vida. La nota no fue todo lo que hallaron, en el espejo había una inscripción hecha con sangre que suponen era la que salía de sus venas cortadas mientras agonizaba: María Sangrienta, repetida una y otra vez.
La historia comenzó un catorce de Febrero, día de San Valentín, como cada año, una fiesta en casa de algún compañero de clase y todos estábamos invitados. Todos menos una, Karen, ella era la típica chica que no le agradaba a nadie, ya saben, botas militares, vestidos largos negros, maquillaje gótico y todas esas cosas. Vivimos en un pueblo muy tranquilo, y personas como ella no son bien vistas. Aunque nadie la invitaba, le gustaba ir a las fiestas a divertirse, aunque tenía una manera muy peculiar de hacerlo.
Muchos en el pueblo decían que ella y su madre eran brujas, y que habían matado al padre de Karen. Yo no lo creía. Por lo menos hasta el día de la tragedia.
Ella llegó como siempre a la fiesta, esta vez en casa de Brian, cuando ya todos estaban
Allí y acompañada de una chica extraña que nadie conocía. Pero esta vez fue diferente, no tomaron ni una sola cerveza, lo cual era muy extraño en ellas. Sólo llegaron e invitaron a una chica llamada Kristie a unírseles en un “juego”. Claro que Kristie se negó, la reputación de Karen no era lo bastante confiable como para “jugar” algo con ella. Entonces Steve, uno de los chicos del equipo de football de la escuela les pidió que jugaran con él, ellas se miraron, rieron y aceptaron.
Lo llevaron al baño y todos supusieron de que se trataba el juego, aunque la verdad ninguno tenía idea de lo que se trataba. Aunque se trataba de ellas dos, esas cosas pasaban en las fiestas así que no le dieron mayor importancia y casi todos habían olvidado que estaban en el baño, cuando de pronto un grito, no, más bien un alarido, salió del baño. Todos se alarmaron suponiendo que las dos “brujas” hubieran podido hacer una locura. Steve salió corriendo del baño y de la casa. Nadie sabía qué le pasaba, pero varios fueron al baño y encontraron a Karen y a su amiga con una cara de asombro viendo hacia el espejo. Había varias velas encendidas en el lugar, pero nadie imaginaba ni se atrevía a preguntar qué había pasado allí, sin quitar la expresión de sus rostros Karen y su amiga, de quien por cierto nunca se supo su nombre, salieron de la casa y se fueron caminando hacia el bosque.
Esto ocurrió un Viernes, al Lunes siguiente todos estaban esperando que Steve les dijera lo que había ocurrido en casa de Brian, y él trató de evitar el tema, pero era imposible quitarse de encima a todas esas miradas inquisidoras de quienes lo habían visto salir corriendo como si hubiera visto un fantasma. Y eso mismo le dijeron sus amigos: – ¿Qué demonios ocurrió en ese baño Steve? ¿Qué te hicieron esas brujas? Le preguntaron con insistencia – ¿Acaso viste un fantasma?
– Un fantasma hubiera sido menos que lo que vi – Contestó al fin – Lo que vi en ese espejo no puede explicarse. – Todos lo miraron con extrañeza, pero sentían una curiosidad enorme por saber que había hecho correr como niño a un tipo tan grande y fuerte como Steve.
– ¿Han oído hablar de Maria Sangrienta? – Les preguntó a todos con una mirada perdida en el infinito.

– Yo sé que es María Sangrienta- Contestó uno de tantos que había allí y la atención se centró en él. – María Sangrienta es un juego del demonio, brujería para algunos. Es simple, siete velas, un espejo, te miras en él, cierras los ojos, cuentas: Una María Sangrienta, dos Marías Sangrientas, tres Marías Sangrientas, cuatro Marías Sangrientas, así hasta llegar a catorce Marías Sangrientas; luego abres los ojos y María Sangrienta aparece en el espejo… y trata de matarte, salir del espejo e intercambiar el lugar contigo. Al menos eso dicen. – Todos rieron y dejaron de prestar atención, continuaron con su día normal, todos menos una, Amelie, quien preguntó al chico:

- ¿Siete velas?- A lo que él contestó:

-No lo intentes nunca, podrías morir. Amelie sólo sonrió y se alejó.
Pasaron muchos días y el asunto no se volvió a mencionar. Pero no todos lo habían olvidado…
Amelie no había olvidado las palabras de ese chico, María Sangrienta, la idea revoloteaba en su morbosamente, una y otra vez, María Sangrienta, era tentador, una fantasía, un cuento de hadas. Pero ¿Quién ha dicho que las hadas no existan? María Sangrienta, María Sangrienta, no había otra cosa en su mente, así que por fin se decidió…
Esa tarde no fue con sus amigas al cine, como solía hacerlo las tardes de los viernes, fue rápido a su casa. Por suerte para ella, sus padres no se encontraban en casa, aunque después ella hubiera dado todo porque no hubiera sido así.
Se dispuso a hacerlo, encendió las velas, y al encender cada una, contenía la respiración, cada vez era más lenta al encenderlas, como si un pequeño rasgo de arrepentimiento se le saliera del corazón, pero justo cuando estaba a punto de desertar del juego, escuchaba una voz en su cabeza. – ¡María Sangrienta! – Era una voz extraña, un tono fuerte, casi como si fuera una orden, pero irresistible, la voz de repente parecía seducirla y Amelie volvía en sí misma, continuando con la siguiente vela. Cuando por fin encendió la séptima vela, esperó un poco, algo la detenía o la intentaba detener, su sentido común tal vez, pero lo ignoró, esa voz extraña fue más fuerte que la suya misma.
Se miró al espejo, fijamente a los ojos, no se reconocía, era otra mirada, en ese momento dudó más que en ningún otro, pero la voz se hacía más fuerte:

- ¡María Sangrienta! ¡María Sangrienta! ¡María Sangrienta!

Sin saber por qué, cerró los ojos, los apretó, sus puños se apretaron, estaba en el momento más tenso de toda su vida. De pronto le empezaron a salir las palabras de la boca: ¡Una María Sangrienta!- Había roto el silencio. – ¡Dos Marías Sangrientas! Las manos le comenzaban a sudar – ¡Tres Marías Sangrientas! ¡Cuatro Marías Sangrientas! ¡Cinco Marías Sangrientas! Ya no podía dar marcha atrás – ¡Seis Marías Sangrientas! ¡Siete Marías Sangrientas! ¡Ocho Marías Sangrientas! Estaba aterrorizada. – ¡Nueve Marías Sangrientas! ¡Diez Marías Sangrientas! ¡Once Marías Sangrientas!
¡Doce Marías Sangrientas! ¡Trece Marías Sangrientas! – Se detuvo, respiró y lentamente y con toda la fuerza que le quedaba… – ¡¡¡Catorce Marías Sangrientas!!! – Lo había hecho, pero aún podía arrepentirse, aún podía mirar hacia otro lado en lugar del espejo… Pero algo dentro de sí misma la obligó a abrir los ojos en ese instante… No lo podía creer, miró al espejo, tenía la vista borrosa por haber cerrado tan fuerte los ojos, pero estaba allí esa silueta definitivamente no era la última que había visto antes de cerrar los ojos, cuando su vista se aclaró, trató de lanzar el más poderoso de los gritos, pero no pudo. Ella estaba ahí, no lo podía creer, era María Sangrienta.
Su corazón pareció detenerse, al igual que el tiempo, intentaba dejar de mirar al espejo, pero no podía algo se resistía a que lo hiciera, ese rostro la enloquecía, era horrible, lo más horrible que podía existir. En los ojos se veía el mismo infierno en sus labios el sufrimiento, la única palabra que se le ocurría a Amelie era Miedo, no podía pensar, no podía moverse, sólo mirar a esa mujer en el espejo, hasta que desmayó, de miedo, de desesperación o por obre de María Sangrienta, no lo sé, sólo se desmayó…
Cuando despertó, estaba recostada en su cama, era Sábado por la mañana, todo parecía estar tranquilo, su padre entró en la habitación, la despertó con un beso en la mejilla, como lo hacía todos los días, ella se sintió tranquila. Pero algo así no se olvida, sin embargo lo vio como una pesadilla, un sueño malo. Así que salió de su habitación, saludó a su madre con un fuerte abrazo, estaba feliz, fue de nuevo a su cuarto, miró por la ventana, respiró el aire fresco de la mañana.
Después de contemplar la belleza del lugar donde vivía, fue hacia el baño, pero de pronto todo se volvió negro, cuando miro al espejo, ella estaba ahí. El bello rostro de Amelie se había convertido en esa horrenda imagen, era María Sangrienta de nuevo. Amelie se metió a la regadera y abrió la llave del agua fría, comenzó a llorar. No había sido una pesadilla. Salió del baño hacia su cuarto, se puso lo primero que encontró, tomó una liga para el cabello, trataba de actuar como si nada hubiera pasado, pero estaba temblando.
Levantó la mirada para verse en el espejo, necesitaba verse de nuevo, pero cada vez que intentaba ver su reflejo veía a María Sangrienta, no lo podía evitar.
Salió de su casa, sus padres no sabían a dónde se dirigía, la notaban extraña, pero confiaban en ella. Amelie no podía hacer otra cosa que ir con la única persona que sabría qué hacer, Karen. Así que eso hizo, fue directo a donde vivían de Karen y su madre. El trayecto fue traumático, en cada lugar en que veía su reflejo, estaba María Sangrienta. Por fin llegó a casa de Karen, y la encontró.
Le pidió, le suplicó que la ayudara. A pesar de no interesarle, Karen le preguntó qué había pasado. Y escuchó lo que Amelie tenía que contarle. Cuando Amelie terminó de hablar, Karen sólo comenzó a reír, y dijo a una casi desesperada Amelie:

- Jugaste con algo que no podías controlar, no puedo hacer nada por ti. -Karen entró a su casa de nuevo, Amelie suplicaba, pero Karen no la ayudaría, no podía hacerlo, nadie podía.
Amelie se apresuró a regresar a su casa y cuando llegó subió a su cuarto y no salió hasta el día siguiente. De nuevo su padre la despertó, pero ésta vez ella sabía que María Sangrienta no estaba sólo en sus pesadillas.
Cuando bajó, sus padres notaron que no estaba maquillada, eso era extraño, pero no le dieron importancia. Desayunó como siempre, muy ligero, y dejó la casa para dirigirse a la escuela. Si hubiera sabido que esa sería la última vez que vería a sus padres…
Llegó a la escuela, se cuidó de no mirar a los espejos, pero era imposible, siempre había algo en que reflejarse. No quiso decirles nada a sus amigas, porque creerían que había enloquecido, pero no estarían tan lejos de la realidad. Amelie cada vez se sentía más y más atrapada, no podía controlarlo más.
Decidió enfrentarlo una vez más, reunió todo el valor que puede tener una joven de su edad, y se dirigió al baño de la escuela.
Allí cerró los ojos con fuerza, y cuando estuvo frente al espejo los abrió. Esta vez la imagen había cambiado, aún era María Sangrienta, pero ya no estaba quieta como fotografía, extendía sus brazos hacía Amelie, como si intentara tomarla de los hombros. La impresión casi desmaya a Amelie, pero lo soportó y volvió a mirar al espejo, la imagen de María Sangrienta se acercaba cada vez más rápido.
- ¡Aléjate!
Después de ese grito, reinó un silencio sepulcral, unos segundos después en los pasillos todos escucharon cómo se rompía el espejo. Varios corrieron a ver qué había sucedido, pero Amelie salió del baño corriendo antes de que el primero llegara a ver qué pasaba.
Amelie corrió hacia su casa, no había nadie, su padre trabajaba, su madre había salido. Amelie subió corriendo, entró al baño y miró al espejo…
María Sangrienta ya no estaba más ahí, respiró con tranquilidad como hace mucho que no la hacía. No lo podía creer, la solución había sido muy fácil: Romper el espejo en que María Sangrienta estaba…
Pero ese era un error muy grave, cuando se volteó para caminar hacía su cuarto, vio algo más impactante que el reflejo de María Sangrienta, era María Sangrienta, pero no un reflejo, era ella en persona. Era aún más aterradora que en el espejo: Los ojos en blanco, se veía como una anciana, Amelie quiso mirarle los pies, pero María Sangrienta flotaba y no parecía tener pies.
Amelie corrió hacía su cuarto y se encerró, miró el espejo, y no lo podía creer, era ella reflejada, pero no como se conocía tenía los ojos en blanco y vestía de negro. No entendía lo que pasaba…
Tomó un cuaderno, arrancó la primer hoja y comenzó a escribir:

“¿La media noche? No. ¿El infierno? Tampoco. ¿La muerte? Sería la mejor elección. El miedo no me deja pensar, estoy desesperada. Yo sé que no debí hacerlo. Ahora no me deja de atormentar.
Creí que era una broma… ¡Maldito sea el día que mencioné esas palabras por primera vez! Pero la tentación me carcomía… ya no puedo más, lo siento pero no lo soporto…”
Después de eso, tomó un abre-cartas que tenía en el tocador y tomó la que le pareció era la única salida. Las cortadas que había hecho en sus muñecas sangraban mucho, pronto se desmayó y murió…
María Sangrienta seguía ahí, entró al cuarto de Amelie y no se resistió, no sabía si estaba viva, la tocó y se aseguró de que su corazón no latiera más.
No pudo evitar mirarse al espejo, lo hizo y con la sangre de Amelia, comenzó a escribir el nombre con el que la habían llamado siempre, María Sangrienta una y otra vez…
Ahora podía caminar, no flotaba más…

Pasaron muchas horas antes de que la madre de Amelie descubriera el cuerpo de su hija, pero cuando lo hizo no pudo creerlo, su hija estaba ahí fría y pálida, la sangre estaba por todo el piso. Después de unos minutos, la policía comenzó a llegar…
Unas semanas después de la muerte de Amelie, todos aún estaban de luto, pero sucedió algo poco común, una familia se había mudado ahí, y una joven muy hermosa era parte de esa familia.
La joven entró a la misma clase en la que estaba Amelie, y se sentó en el mismo lugar que ella habría ocupado.
Cuando la profesora entró al salón, lo primero que hizo fue presentar a la nueva chica con todo el grupo:

-¡Todos atención! Hoy una nueva compañera se unirá a nuestra clase, permítanme presentarla, ella es Maria…